martes, 25 de septiembre de 2012

La multitudinaria marcha del yo

“Conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor” Arturo Jauretche Mucho se ha escrito sobre la multitudinaria marcha del jueves pasado. Hay cuestiones que son inobjetables. La marcha convocó más gente de lo que se esperaba, se produjo –principalmente- en grandes ciudades (Ciudad de Buenos Aires, Rosario y Córdoba) y demostró un enorme descontento de un sector de la población con las políticas del Gobierno Nacional. Lo que también es verdad es que desde la 125 o la marchas conducidas por -el falso ingeniero- Blumberg no se veía a este sector en las calles; las ciudades grandes de la Argentina nunca fueron bastiones kirchneristas, el odio de muchas de sus consignas y la ira de algunos de sus manifestantes fue ocultado por los medios de comunicación, principales convocantes de la manifestación. Es verdad: el kirchnerismo no tiende ningún puente para los sectores de clase media alta urbanos. Sus políticas sociales y su visión ideológica del mundo no coinciden en absoluto con quienes consideran que “la libertad” pasa por la posibilidad de comprar y atesorar divisa extranjera, por ejemplo. Reducirlo a este epifenómeno también es erróneo. El cauce del kirchnerismo que arranca con la militancia épica de los 70, atraviesa los juicios contra los genocidas y termina con la estatización de YPF (símbolo de las privatizaciones de los 90), deja de lado a estos sectores que en general dan la espalda a la historia. El kirchnerismo ha hecho enormes esfuerzos por poner la política por encima de todo. Ha querido demostrar, y lo ha hecho con gran eficacia, que la política es la principal herramienta de cambio en una sociedad. La política por sobre la economía, el Estado por sobre el mercado. Cristina, para bien o para mal, es la principal figura política del país. Todas las iniciativas del kirchnerismo han sido entrecruzadas con complejas y apasionadas discusiones políticas (Ley de Matrimonio Igualitario, Ley de Medios, voto a los 16, voto de extranjeros, etc). A diferencia de la década pasada, en la cual sufrimos una prolongada y acentuada anestesia política, hoy todo en la Argentina es una discusión política. El único punto de comparación entre los cacerolazos del 2001 y los del jueves pasado son un elemento esencialmente anti-político. Un rechazo a la política como eje de los acontecimientos del país. Pero creo que detrás de esto hay algo más. La redistribución de los ingresos tiene su costo político. Los sectores que salieron a protestar son los que, en términos comparativos, más han perdido con el modelo. Esto no quiere decir que no hayan ganado dinero, más bien todo lo contrario. Pero en estos últimos años la Argentina ha recuperado el privilegio de ser el país más igualitario de la región (junto con Uruguay) con las jubilaciones y salarios más altos de todo el continente con la excepción de Canadá y Estados Unidos. No hace falta remarcar que la pobreza y la indigencia han disminuido a niveles impensados una década atrás. Pero lo más importante a resaltar es, a mi entender, la disminución de la desigualdad entre los distintos sectores de la sociedad. El índice de GINI (que mide la desigualdad en la sociedad) es un buen indicador de este –poco conocido- fenómeno. Mientras en el año 2003 el coeficiente era de 0,541 a fines del 2011 Argentina alcanzaba un coeficiente de 0.379. A continuación se observa el gráfico que compara nuestro país con otros países del mundo. Lo mismo ocurre cuando se observa y se analiza la participación de los distintos deciles en la distribución de la riqueza. Es el decil (sector) más alto el que más ha perdido en esta década kirchnerista. Reitero, esto no significa que este sector gane menos plata que en el pasado sino que, del total de la riqueza de la Argentina, este sector se apropia de un porcentaje menor del que se apropiaba antes del kirchnerismo. Y aquí tienen que ver las retenciones, los impuestos, la mayor presión fiscal, las paritarias, las leyes laborales, los aumentos jubilatorios, la moratoria previsional, las pensiones, la Asignación Universal por Hijo y tantas otras medidas o políticas del modelo kirchnerista de redistribución. Desigualdad Distribución del ingreso per cápita familiar Participación de los deciles y ratios de ingreso. Participación de los Deciles Año 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 2003 1,0 2,0 3,0 4,0 5,2 6,6 8,6 11,5 16,6 41,5 2010 1,6 2,9 4,1 5,3 6,5 8,0 9,9 12,5 16,9 32,3 Fuente: CESLAC y Banco Mundial Este gráfico muestra claramente cómo, en ocho años de Gobierno, el kirchnerismo ha aumentado la participación de los sectores populares en la torta de dinero que produce la Argentina, corrigiendo el rumbo de las décadas anteriores. Los sectores que el otro día se manifestaban lo saben y lo sienten. Y también saben que el kirchnerismo no retrocede y que está dispuesto a ir por más. Ir por más (que parte de la clase media lee “vienen por más” como “vienen a quitarme lo mío”) no es sino seguir redistribuyendo la riqueza de nuestro país, generando más y mejor trabajo. Obviamente hay sectores que no quieren ceder (antes, las patronales del campo y ahora, los sectores urbanos medios). Más allá de las variables de tipo cultural y la pertenencia a una determinada clase social (que históricamente se opuso al avance de los sectores populares), hoy los que protestan no se ven representados por ningún partido político, ni tienen un proyecto político. Los une el rechazo hacia el Gobierno. Por esta razón, la unión por la negativa, les resulta difícil encontrar un cauce institucional y político. Es –por definición- una unión frágil. La difícil ruta de la igualdad. Hay una Argentina que pone por encima los “derechos individuales” a los “derechos sociales”, o los plantea como excluyentes. ¡Basta de mantener vagos con la “asignación para coger”! se lee en los correos de convocatoria. Quienes lo afirman no entienden y no quieren entender que hay otros que tienen los mismos derechos y que no se trata de unos manteniendo a otros, sino de igualar y en todo caso ampliar derechos. Hay en juego dos tipos de sociedades diferentes. Pero no es del todo justo endilgar toda la responsabilidad a los sectores privilegiados de la Argentina. Los medios de comunicación y estas manifestaciones se montan sobre hechos y consignas que éste sector de la poblacion quiere escuchar. Por supuesto que prefiere decir que Cristina “es una chorra” antes de admitir que es el Gobierno que más ha hecho por los sectores populares. Prefiere decir que “es un yegua” antes de reconocer que hoy en la Argentina (a diferencia de España, Italia o Grecia) no hay problemas estructurales de desempleo. Estos medios cabalgan sobre preconceptos culturalmente instalados y estigmatizaciones para acentuarlos generando un clima que le permite a la clase media desplazar la verdadera razón de su inconformismo y rechazo al modelo (no quieren ceder más o tienen temor a ser alcanzados socialmente por los más pobres) y enfocarlo a algo que “parecería” ser justo, el avasallamiento de las libertades individuales, un reclamo netamente “republicano”. En otras palabras, queda mejor decir que “rechazo el Gobierno de Cristina porque es una corrupta” que decir “a mí me gusta vivir en un country y a los de afuera, qué me importa si tienen hambre o están enfermos o no tienen techo”. Son formas de “encubrimiento social”. Al sociólogo Stanley Cohen le gustaba llamar a este fenómeno: “pánico moral”. Esto ocurre cuando un grupo en la sociedad reacciona frente a otro grupo de personas basadas en percepciones falsas o exageradas. Y no es casual que en cualquier discusión con personas que no adhieren al Gobierno, cuando uno explica sus logros, la gran cantidad de obras en infraestructura, el “Plan Ahí”, las 1400 escuelas, las 2.000.000 de netbooks o cualquier acción aceptable, el anti-kirchnerista prefiere no creer o no escuchar. Incluso prefiere no informarse, cambiar de canal durante los partidos de “Futbol para Todos” o cambiar de canal cuando hablar la Presidenta. Da la espalda a las noticias positivas porque si las atendiera se sentiría un egoísta y le cabría la condena social. Prefieren reclamar por libertad. Pero pocas veces se ha visto antes un gobierno que recibiera tanto maltrato por parte de los medios de comunicación. Nunca la policía rerpimió sus manifestaciones o dichos como sí sucede en el mal llamado primer mundo: http://www.clarin.com/mundo/Arrestos-indignados-Policia-Wall-Street_0_775722613.html. Reclaman poder salir del país y este año salieron a vacaciones un 20% más de personas que el año pasado pese al cepo cambiario (http://www.infobae.com/notas/670829-Turistas-argentinos-gastaron-us2000-millones-en-el-exterior.html). Reclaman por más instituciones pero cuando la AFIP descubre que hay sectores que evaden impuestos lo llaman persecusión (http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/84924-/denuncian-persecucion-de-la-afip.html). No es fácil avanzar hacia el camino de la Justicia Social. El extraordinario y único proceso del primer peronismo (interrumpido por la mal llamada Revolcuión Libertadora) o la breve y convulsionada experiencia de Salvador Allende en Chile es ejemplificadora en este sentido y debe servir de lección para nuestro proyecto político. Invertir la matriz productiva de un país desindustralizado, re-crear los redes sociales de contención de una sociedad volcada al individualismo, recuperar los recursos naturales y estratégicos, y re-construir el autoestima social es un proceso lento que –como todo proceso político- encuentra adversario políticos.
Mapas de Pobreza y Desigualdad. CESLAC – Banco Mundial (2010) Hoy en día no existe la opción de interrumpir el proceso democrático. Las urnas cuentan más que el poder económico o las cacerolas. Y no hace más de un año, Cristina sacaba la histórica cifra del 54% de los votos. Es cierto, no se deben desoír a los sectores que se encuentran en disconformidad, pero tampoco resignar legítimos objetivos. El kirchnerismo sabe que seguir conquistando derechos en el camino hacia la igualdad puede ser cada vez más complicado, pero no está dispuesto a dejar de hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario